Su trabajo y el de los que estuvieron a su lado han hecho posible todo esto ¿Qué más puedo decir? Sin su valor, fuerza, disciplina, creatividad... y tantas otra cualidades, todavía pensaríamos que la danza del vientre no consiste en otra cosa que en mover esta parte del cuerpo.

Por eso, por ejemplo, en el primero de nuestros talleres pudimos aprender una coreografía coquetísima y Mahmoud lo primero que hizo fue contarnos el significado de la letra de la canción y de los gestos que formaban parte de la coreografía. En el segundo de los talleres la coreografía fue de saidi, la danza del Alto Egipto, sin bastón pero con sus saltitos tan típicos. También nos presentó una coreografía de hagalla a partir de sus hazañas para poder presenciar una fiesta en la que se bailara. Hagalla es la danza de los beduinos, a quien no les importó celebrar una boda dos veces para que Mahmoud pudiera asistir y así analizar sus movimientos.
Por último, pude sentir que en el taller del domingo por la tarde Mahmoud se propuso ofrecernos todavía más de lo que nos había estado ofreciendo. No creo que fuera en vano la elección de este estilo en el último de los talleres, creo que Mahmoud la tomó con el sentimiento con el que decide lo que hará en cada taller. Quiso que nos fuéramos a casa con la fortuna de haber aprendido algo de la danza andalusí, por lo menos de saber de su existencia, y así fue como nos lo dijo al terminar el taller.
Quienes estaban en un taller de su nivel -avanzadas y profesionales (algunas más cansaditas que otras como es comprensible)-, aprendieron esta coreografía sin grandes problemas. Yo soy la primera que terminé sentada porque me costó seguir a partir de un cierto punto, pero no me veo con ningún derecho a protestar porque ni soy avanzada ni soy profesional, y aún me alegro de haber podido estar en este taller. Pero sí me pareció ver en algún momento a personas quejándose por el ritmo que llevaba el taller en relación con el nivel de dificultad, y no me pareció justo ni respetuoso con un maestro con tantos años de experiencia, quien creo que es más que consciente de cómo se perciben sus enseñanzas en un grupo u otro de alumnos.
En fin, creo que lo único que vale la pena recordar es la enorme generosidad de Mahmoud y el sentimiento que se te despierta al bailar un estilo que, aunque sea de fantasía, piensas que quizás pudo haber sido bailado de forma parecida en tierras del sur, tiempo atrás. Fue todo un reto, un ritmo de 10 tiempos desconocido para mí y que requiere máxima atención, pero que forma parte de una música preciosa extraída de partituras que sí se mantienen desde aquella época.
En realidad mis palabras sobre él no son ninguna novedad, pero almenos he podido resumir un poquito lo que me transmitió cada uno de sus talleres. Sólo puedo terminar el post agradeciéndole su generosidad y expresando admiración, no sólo de mi parte sino que estoy segura que de parte de tantas y tantas personas que apreciamos esta danza y nos esforzamos por aprenderla (aunque no vaya a leer esto, ni probablemente lo vaya a entender): ¡¡Gracias Mahmoud!!